lunes, 29 de marzo de 2010

El consuelo del dolor

Señor,
cárgame del sufrimiento ajeno,
abrígame con el dolor de mi hermano,
alíviame con la desesperanza del caido,
dispóneme a morir por el pecado del impío.

En mi abandono yace su felicidad,
en mis llagas, su esperanza,
en mi sangre derramada, su vitalidad,
en mi muerte, su vida eterna.

Despójame de la gracia de la resurrección,
y descansar bajo la sombra indescifrable de la cruz,
muerto inmortal por su eternidad,
espíritu eremita por su inmortalidad.
cuerpo incorpóreo por su perpetuidad.

¡No busco el ascenso a tus paraísos!,
¡No quiero contemplar el encanto de los cielos!,
¡Siquiera merezco el más cruel de los infiernos!,
pues en ellos no está mi consuelo,
si su vida concluye en desconsuelo.

Anhelado padecer...

Acaso...

¿Eres tú lo que llamamos amor?...