miércoles, 20 de julio de 2011

Epitafio de un rapsoda ignorado

I. Del romanticismo anhelante del pasado


Ayer, caminando por entre las calles de edificaciones desproporcionadas, mis ojos destacaron uno de los últimos vestigios contumaces que nos recuerdan que la ciudad tuvo un ayer: una avejentada, pero hermosa fachada de casa estilo colonial de poco más de tres metros de alto (mi mala visión podría desvirtuar mi cálculo), tatuado incesantemente por decenas, quizás cientos de personas.

Entre medio de tanta línea irracional, que en ocasiones lograba una cierta figura distinguible -otra cosa es hablar de su valor estético-, tímidamente se expresaba un anónimo juglar urbano:

"Ayer, alcohol amante,
destructor de pasiones,
viciaste mi voluntad,
alejando por siempre a mi amada.

Amor mío:
Anhelo tu perdón,
porque fue aquel elixir quien te despreció,
mi existencia yacía inconsciente,
e impotente,
ante mi vulgar decisión de desamor.

Hoy tu Adiós es motivo de mi desolación...

Mañana, Amada mía,
optaré por un descanso errante,
en algún muro apoyado,
bajo algún manto cubierto,
sobre algún piso mojado.

Aquí deposito mi último suspiro,
escondido a la vista de todos,
en este viejo muro confesor
de este alcohólico pecador"

Como no queriendo sentirme complacido por la existencia pertinaz de tan añeja construcción, no muy lejos del escrito sin autor visible se posó con arrogancia un reducido cartel que sellaba, tristemente, la futura y cierta defunción de aquel viejo muro:

"Próximamente, un Nuevo Centro Comercial para la Capital"


II. Al agrio presente indolente


Acabo de pasar buscando reencontrarme con el aedo arrepentido, pero la vieja fachada había sido asesinada por una máquina gigante para dar paso a otros cientos de departamentos agrestes, que le añaden un poco más de apatía a una ya descuidada ciudad.

Pero lo más triste de todo...

...es que otro poeta había sido silenciado para siempre por el progreso...

1 comentario: