Me gustaría conocerla;
entre mis rutinas, disimularla;
aun con sus sombras, admirarla;
hasta la herejía, adorarla.
Mas, le prohibo conocerme,
desecho mi egoísmo consciente,
y asumo la bondad consecuente,
en el autoexilio de este amor silente.
Sólo si no le incomoda,
infrinja la prohibición,
aunque ingrata felonía,
rubrica santa sanción.
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