Ojos pardos,
soles de atardecer,
vitrales mustios,
reblandecidos por lágrimas extensas,
lágrimas extensas y disimuladas,
disimuladas bajo vidrieras,
disimuladas bajo un cerrar y un abrir,
o disimuladas entre pueriles excusas,
como alguna liliácea,
que nunca será responsable,
de tus melancólicas castañas.
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